El hombre perdido es la única película dirigida por el genial actor Peter Lorre. Narra la historia de Karl Rothe, un científico alemán que descubre que su mujer colabora con los aliados y que, además, le es infiel. Rothe la asesina y es descubierto por los nazis, que lo encubren para que continúe con sus investigaciones científicas, de las que pretenden beneficiarse. A partir de aquí, Rothe se adentra en una espiral de asesinatos contra otras mujeres infieles.
Como tantos y tantos clásicos actuales, esta película fue un auténtico fracaso de público. Nunca sabremos cuántas obras maestras más nos hubiera dejado este grandísimo artista del celuloide, de no haberse truncado su carrera como realizador (caso muy parecido al de Charles Laughton con La noche del cazador, que analizaré próximamente en otra entrada). Lorre nos muestra en su película la soledad, la desnudez del ser humano encarnada, fundamentalmente, en un personaje que es fiel reflejo de la situación social y política de la que está rodeado. El personaje encarnado por Lorre se mueve entre la inseguridad y la angustia, entre el desencanto y la apatía (ya desde los primeros planos de la película) de un hombre que siente la necesidad de matar para cubrir una necesidad que él mismo ignora, pero de la que se redimirá posteriormente.